lunes, 11 de agosto de 2014

GR10 por Ávila y Salamanca

GR10 CyL


Hace ahora un poco más de dos años Julio, Marek, Emilio y yo completamos el GR10 madrileño en 3 etapas, desde el Pontón de la Oliuva hasta San Martín de Valdeiglesias. Eso fue en 2012, un año y un recorrido del que guardaba muy buenos recuerdos, tanto que me había propuesto repetirlo, aunque esta vez solo con la compañía de Emilio y el apoyo logístico e impagable de Belén.
Determinados acontecimientos me hicieron pensar que tal vez sería más entretenido seguir el GR10 hacia el este, dirección Salamanca y Portugal. Pensado y hecho fue todo en uno, y después de revisar algunos libros, descargar tracks y mirar mapas me decidí a proseguir la ruta que dejamos en pausa en 2012 en San Martín de Valdeiglesias.
Las etapas, de nuevo 3, serían San Martín de Valdeiglesias-Burgohondo (51 km), Burgohondo-Navalperal de Tormes (58,6 km) y Navalperal de Tormes-Béjar (47,8 km). Al final variaron un poco los kilómetros, siempre a más, e hicimos un pequeño cambio en la etapa 2, terminando en Navacepeda en lugar de Navalperal, unos 4,5 km antes. El resultado de la aventura ha sido este:


Martes, 5 de agosto. San Martín de Valdeiglesias-Burgohondo (55 km, 6h25’)


Después de dormir como un rey en la Hacienda de la Coracera, me reuní con un puntual Emilio al pie del Castillo de la Coracera, a escasos metros de mi “dormitorio”. La preparación de líquidos y sólidos para el camino fue breve y a las 7:05 estábamos en marcha en dirección Cebreros, con la mochila cargada de agua y alimentos variados. El sol aún no había aparecido, y el camino estaba abierto y limpio a nuestras pisadas. Se respiraba paz y tranquilidad por doquier, ni un alma en metros a la redonda. La llegada a Cebreros, tras pisotear caminos y pistas secas y polvorientos fue un cambio total de paisaje, entrando en el pueblo por una empinada cuesta adoquinada para volver al GR10 por una ruta en la que alternamos demasiado tierra con asfalto.
En el embalse de El Burguillo fijamos nuestro primer avituallamiento, gracias a la colaboración inestimable de Belén, que incluso nos acompañó durante unos kilómetros. Seguimos sobre asfalto y un frondoso pinar por el Valle de Iruelas, y dirección a un pueblo escondido, llamado La Rinconada, donde tuvimos nuestro primer serio contratiempo con el recorrido. En un momento nos habíamos quedado sin pilas en el GPS y dudábamos por dónde seguir, pero tras unas indagaciones y preguntas a los paisanos del lugar, volvimos a la buena ruta.

Desde la Rinconada hasta la Colonia Venero Claro nos encontramos con la parte más agradable de esta primera etapa. Habíamos recorrido unos 42 km, y los últimos 6-8 por unos bellos senderos en continuo sube-baja que rodeaban el embalse de El Burguillo. Tan solo quedban unos 10 km, pero que al final fueron más de 12 para completar la etapa en unos 55 km y 6h25’ de esfuerzo bajo el sol. Los últimos kilómetros, con el paso por Navaluenga y su playa sobre el río Alberche, fueron un poco pesados por estar demasiado abiertos y sin apenas sombras, muy polvorientos, pero nos dio vida ver a la gente refrescarse y pensar que estábamos casi llegando a Burgohondo, bonito pueblo donde tuvimos el final de la primera etapa. Allí, en Burgohondo, en la fuente de la plaza del pueblo y con el recuperador Cantio como postre, acabamos tras 6 horas y 25 minutos de ruta.


Miércoles, 6 de agosto. Burgohondo-Navacepeda de Tormes (58 km, 8h30’)


Para el día siguiente Emilio y yo cambiamos un poco de idea. El final de etapa sería en Nacepeda en lugar de Navalperal, simplemente por motivos logísticos. Eso supondría que el último día tendríamos un recorrido de 4,5 km más, o sea, casi igual a los anteriores. En fin, de nuevo salimos sobre las 7 de la mañana con las primeras luces del día y después de desayunar un batido de chocolate y unos bollos en plena calle. Comenzamos con una buena subida, prolongada y suave, que nos llevó a las inmediaciones de Navatalgordo, a unos 1.200 m de altitud. De nuevo nos encontramos con buenas pistas y algo de asfalto, con señales que nos indicaban por donde ir, aunque a veces el capricho del GR10 elija los senderos y regajos más rebuscados para seguir la ruta. Llegamos a Navalosa por unos senderos bastante complicados por la vegetación, que prácticamente había ganado todo el terreno al estrecho camino. Correr era difícil, y nos conformamos con mantener un buen ritmo cuando podíamos ver dónde pisábamos y no enrollarnos con matorral, zarzas o retamas.
De Navalosa al Puerto del Pico aún teníamos un buen trecho, en el que había que pasar por Hoyocasero, pueblo tradicional de la Sierra de Gredos donde está ubicada la fábrica de cerveza Gredos. Allí repostamos por primera vez en la etapa, cuando llevábamos unos 20 km y como siempre con el apoyo incondicional de Belén, y nos dispusimos a afrontar los kilómetros de ascenso al Puerto del Pico (1.392 m). Sin embargo, antes hicimos una buena bajada sobre una ancha pista y con la sombra de un pinar que nos “refrescó” para los aproximadamente 5-6 km de subida por la carretera N-502.

Llegar al cartel que indicaba el final del puerto no fue el final de la subida, ya que desde allí seguimos el “Cordel del Ganado de Piedrahita al Puerto del Pico”, hasta llegar a los 1.560 m aprox., todo esto entre varias manadas de ganado bovino, algunas más “amistosas” que otras por el recelo con el que nos miraban. El segundo avituallamiento lo tomamos una vez que salimos de esa especie de enorme finca, en un lugar llamado Los Prados y a unos 39 km de la salida. Por delante aún 15 km, suponíamos...
Camino de la zona recreativa y de camping cercana a Hoyos del Espino todavía nos encontramos con todo tipo de terreno. Al principio algunos senderos de pedreras, difíciles para correr, sobre todo porque apuntaban demasiado hacia el cielo, después anchas pistas en bajada con más piedras sueltas aún y, finalmente, un buen terreno, favorable que nos dejó ponernos a un ritmo por debajo de 5’/km durante un buen trecho para llegar con ganas al Área Recreativa Puente del Duque. Los restantes kilómetros hasta Navacepeda no fueron precisamente fáciles. Ya hacía mucho calor y el camino subía y bajaba constantemente, aunque de forma suave y casi nosotros nos dejábamos las fuerzas admirando el paisaje que teníamos a nuestra izquierda, en el cauce del río Tormes y en las construcciones que se levantaban a su paso, como los molinos de las Cañadillas o los Navajeros. Terminamos la etapa a la altura de Navacepeda, después de pasar al lado de un hermoso puente sobre el Tormes.


Jueves, 7 de agosto. Navacepeda de Tormes-Béjar (56 km, 7h45’)


Último día. De nuevo parece que el tiempo nos iba a acompañar, y ni con frío ni con calor saldríamos de nuestro hotel en Navacepeda rumbo al GR10, donde le dejamos el día anterior. La temperatura fresca de la primera hora de la mañana  nos da los buenos días y, con las mochilas cargadas y las fuerzas intactas retomamos el camino donde lo dejamos el día anterior. El principio es favorable, como lo sería prácticamente toda la etapa, pero con las dificultades propias de un camino que a veces se aleja repentinamente de lo que parecía ser el camino más lógica. Así, antes de llegar a La Aliseda ya nos encontramos con un tramo casi imposible, comido por las encinas y monte bajo que nos ralentiza y nos dificulta avanzar.
Nos tomamos un pequeño avituallamiento y seguimos la ruta por senderos y caminos en los que se podía trotar alegremente hasta llegar al cruce de Los Llanos de Tormes con el Hermosillo. Allí, km 20 aprox., nos esperaba Belén con agua fresca y un montón de fuerzas para continuar rumbo al Barco de Ávila. Proseguimos por una buena pista, donde sin ningún remordimiento le di caña a mis Adidas Sonic Boost, compañeras inseparables de todo el viaje y, después de una bonita y rápida bajada comenzamos a divisar las primeras casas del Barco. Antes de entrar en el pueblo, las señales nos indicaban que cruzáramos la carretera, para acceder al Barco por la zona sur... pero aquí es dónde tuvimos el primer y gran conflicto con el recorrido. Aunque estaba señalizado, el regajo que se había formado por las cercanías de un arroyo había convertido en un lodazal lleno de cieno y vegetación ese tramo. Tuvimos que esquivarlo y poner rumbo a la carretera para limpiarnos, puesto que en algún momento nos hundimos hasta las rodillas.

En el Barco de Ávila el GR10 se bifurcaba. Nosotros elegimos la variante GR10 Norte, camino de Béjar, mientras que el otro ramal conduce a Jerte y Portugal por la provincia de Cáceres. Nos quedaba la mitad de la etapa, que no habría sido difícil si no nos hubiéramos encontrado otros dos tramos con auténticas dificultades. El primero entre Palacios de Becedas y San Bartolomé de Béjar donde tuvimos que poner todo nuestro empeño para pasar unos 500 metros remontando un canal de un arroyo entre zarzas, ortigas, y todo tipo de maleza que nos impedía dar un paso sin ver dónde poníamos los pies. Para mayor dificultad, teníamos a la derecha un muro que delimitaba una finca de donde aparecieron dos mastines con ganas de bronca. Estábamos listos. Sin poder correr y a merced de unos chuchos cualquiera, jajaja... afortunadamente, aunque quisieron, no saltaron la medio valla que tenían ante ellos y nosotros y con mucho apuro conseguimos salir de allí y desembocar en una carretera local, un auténtico Via Crucis, como el marcado entre las ermitas de Palacios de Becedas y San Marcos. La última dificultad que nos encontramos fue al salir de San Bartolomé, de nuevo por un estrecho sendero que subía y subía hasta La Hoya, y que nos regaló unos cuantos arañazos y resbalones hasta la parte más alta de este último tramo.
Bajar hacia Navacarros, aún con una ligera pérdida del camino, y enfilar hacia Béjar fue ya un juego de niños y, tras 56 km de recorrido, otra vez algunos más que los marcados en el track. llegamos al puente sobre el río Cuerpo de Hombre, al lado de la Ermita de Monte Marío. Después de 169 kilómetros, unas 22 horas y algunos arañazos más de los previstos concluimos este segundo GR10, la continuación al que hicimos en 2012 en la Comunidad de Madrid.
Gracias a Emilio por su compañía durante todos este recorrido y a Belén por su apoyo logístico, espiritual y psicológico en los tres días de aventuras.