Una más

Así, me puse en la
línea de salida junto a Miguel y Diego, como fruta madura, y con una
interesante desmotivación como consecuencia de mis ya cuatro participaciones
anteriores y la improbable posibilidad de mejorar posiciones o tiempos pasados.
Pero nunca se sabe.
El comienzo “tranquilo” de la carrera me ayudó a meterme en la misma, y podía
seguir el ritmo del grupo cabecero pero sin grandes sensaciones. Hasta Tres
Cantos, casi todo bien, aunque ya el ritmo de 4’40” se me antojaba algo rápido,
y había alguno de los ocho componentes del grupo que parecía que tenía
intención de correr de verdad a partir de entonces.

Compartí unos km con
Carlos Micra desde Colmenar hacia el Puente Medieval, pero ni siquiera podía
seguir un ritmo que me parecía cómodo. Creo que por entonces tenía siete u ocho
corredores delante de mí, pero lo que sí sabía era que se trataba de una
carrera de resistencia, mi 11ª prueba de 100 km o más, y todo lo malo que se
pasa en unos momentos puede cambiar en minutos, o kilómetros...
Muy solo y
desmotivado, exceptuando los momentos de los avituallamientos donde Belén,
María y Luis me cargaban las pilas de ánimo y optimismo, pasé por Manzanares,
por Mataelpino, dejando atrás a dos corredores que se habían “roto”, y me
dirigí a la Barranca con sensaciones de que todo podía irse al traste. En esos
momentos no tenía ningún objetivo claro, ni por puesto ni por tiempo, y lo
único que pretendía era seguir corriendo dignamente. Iba sexto en ese punto.
De las sombras a la luz

El parcial de este
tramo fue muy bueno, y llegué a Cercedilla con ganas y con fuerzas. Me cambié
rápidamente de zapatillas y me dispuse a enfrentarme a los 15 km de subida a
Fuenfría con otro talante. Carlos compartió de nuevo otros cuanto kilometrillos
conmigo, e incluso repostamos agua en la misma fuente, pero un poco más arriba
se quedó un poco atrás porque tenía flato. Mis pies comenzaban a sentirse mejor
y las zapatillas funcionaban.
Desde el cruce con
la Calzada Borbónica hasta meta ya no volví a bajar el ritmo, ni tampoco a
mirar atrás. Confié en mi velocidad de crucero, que me parecía buena, y eché
cuentas para tratar de llegar a Segovia con 9h45’ aproximadamente. Los
voluntarios de los últimos avituallamientos, como los de antes, se portaron de
maravilla y me animaron continuamente, ayudando en todo lo que podían, aunque
yo ya paraba cada vez menos. El ritmo constante y machacón por la bajada de
Fuenfría, primero, y por los llanos de la “estepa” segoviana, después, me
dejaron a las puertas de la meta con muy buenas sensaciones y con fuerza para
correr a 4’30” los últimos kilómetros. A pesar de la falta de motivación por
pelear por un puesto entre los tres primeros, aún tenía la de llegar con mejor
tiempo que en anteriores ediciones y, sobre todo, terminar fuerte y con ganas.

Súper gracias a
todos los que me han animado y acompañado, y en especial a una persona que se
merece lo mejor del mundo.